domingo, 30 de diciembre de 2018

Esta vida mía en tacones.

Todavía con el cuerpo "esponjoso" por unos días de relax en tierras portuguesas, me siento de nuevo al ordenador para escribiros la que será la última entrada de 2018. No quiero hacer ningún balance, porque, seguramente no sería justa. Las vivencias, excepto las grandes pérdidas , son tan buenas y tan malas como queramos que sean.

Lo que he de confesar es que ha sido un año lleno de altibajos, de sensaciones de esas que te poducen ascensos al cielo y bajadas bruscas al suelo. También han sido doce meses llenos de actividades que, aunque gusten, no dejan de ser trabajo.Por delante otros 365 días que son una incógnita, porque aunque ya tenga en la agenda compromisos que me llevan ya  a marzo, sabemos que no hay nada concreto hasta que sucede, y eso produce un poco de vértigo.

Ya sabéis que he dicho una y mil veces que me gustan estas Fiestas, excepto esta que se nos viene encima. No sé por qué, pero me cuesta mucho vivirla con ilusión, quizá porque nunca me ha parecido una diversión sincera, sino llevada por el convencionalismo de que hay que pasar de una año a otro durmiendo poco y bebiendo mucho.

Pero este año tienen un punto irresistible: estaré con mis dos niñas y con mis hijos. Por la clásica alternancia de pasar unas noches con unos y con otros, creo que esta es la primera en años que coincidimos. También lo haré con mis hermanos y mis sobrinos... En total nos juntaremos dieciocho miembros... No está mal.

Imagino que vosotros, mis queridos lectores, también estaréis rodeados de familia y amigos, y por tanto de cariño. Pues a ese unid el mío, junto con mis mejores deseos para 2019. Yo pido, entre otros personales,  poder seguir con vosotros aquí, compartiendo esta vida mía en tacones un año más.


Besos y abrazos.

domingo, 23 de diciembre de 2018

No son paparruchas, Mister Scrooge

Desde la primera vez que lo leí, el cuento de Charles Dickens Chritsmas Carol, que todos conocemos como Cuento de Navidad, me fascinó. No solamente por ese juego del tiempo y de la redención, en la que no importa nuestro pasado, ni tan siquiera ese presente inmediato, sino porque el futuro, esa entelequia construída para hacernos pensar en que la vida no acaba, es, simplemente, asunto propio.

No voy a descubriros, mis queridos lectores, la calidad literaria del autor inglés, pero en este caso, y en un cuento, nos explica ni más ni menos que el sentido de la vida. Somos lo que somos por lo que fuimos, o por lo que a lo largo del tiempo pensamos que hemos de ser. Su protagonista, Mister Scrooge, retrata al ser amargado, ambicioso y falto de empatía por el prójimo. O por lo menos es lo que él quiere que creamos que es. Pero al final. ante la única certeza que tenemos los seres humanos se ha de rendir a la necesidad de no estar solo y se reconcilia no con los demás sino con esa parte de sí mismo que creía haber destruído y que veía en las emociones, las muestras de cariño en una época tan especial como el de Navidad  nada más que paparruchas.

Pero no lo son. Estos días no son solamente una fiesta religiosa -aunque para unos lo sea, lo cual es muy loable-, sino de reconciliación y de encuentro, arraigadas profundamente en nuestra cultura. Son días en que muchas familias se vuelven a ver después de meses, en las que uno se muestra más optimista porque el ser humano tiene necesidad de hacerlo, o, por el contrario, la infelicidad encuentra terreno abonado.

Me parece muy respetable que haya quien no celebre estas Fiesta, sus razones, tendrá, pero me molesta poderosamente que critiquen a quienes nos gustan, nos ilusionan, nos divierten. No me vale las famosas frases hechas de "mientras haya guerras, hambre, violencia...", porque tampoco veo a los que las dicen coger el petate e irse a un campo de refugiados a paliar tanto dolor, o donar la mitad de su sueldo a una ONG. Se cabrean porque los demás encontramos un sentido a estos días, simple y llanamente.

En fin, que nunca como en esta época se hace más necesario el vive y deja vivir...

¡¡Felices Navidades, Mister Scrooge!!



domingo, 16 de diciembre de 2018

La trilogía del viento: tres novelas, tres historias y una mujer

Si os digo, queridos lectores, que si me hubieran preguntado años atrás si llegaría a ser escritora, la respuesta es NO. 

Es cierto que he sido, y soy, una lectora impenitente y, además, siempre me ha gustado escribir, pero haber llegado a donde he llegado, con toda la modestia de mi logro, nunca, nunca, lo hubiera imaginado.

Como todas las historias, esta comienza igual, "Érase una vez una mujer..." Una mujer que al llegar al ecuador de su vida ve como todo aquello de lo que estaba segura, anclado en un puerto al abrigo de los temporales comenzaba a naufragar y la sensación de la pérdida, tanto del control como del amor, como de personas que ocupaban un lugar en su corazón se materializaron. De alguna manera tenía que conjurarlo.

Entonces, una mañana de junio de 2012 se sentó al ordenador y comenzó a escribir:

"Todas las historias empiezan por mayúsculas..."

Y así surgió la primera frase de Como el viento en la espalda (Ediciones Bohodón), la primera aparición en "escena" de Marta Nogales, protagonista de esta novela y de las siguiente: Vientos del pasado, el secreto tras el cuadro (Ediciones Bohodón) y El huracán y el destino (Ediciones Ondina). si tuviera que resumir en una frase el argumento de estas tres novelas sería, llana y simplemente la que es la búsqueda de la libertad. Porque si algo me ha ido quedando claro a lo largo de estos cinco años es que son muchas más las cosas que nos atan, más las personas, que aquellas que nos hacen libres, porque el serlo no es más que una decisión individual. Del cómo lo he hecho y si lo he logrado, sois vosotros, mis queridos lectores, los que tenéis que opinar. Yo, al fin y al cabo, solo soy un instrumento de las palabras. 

Os dejo una sinopsis de cada novela, por si, como se dice en lenguaje epistolar, fuera de vuestro interés.

Como el viento en la espalda (*)


Una historia actual y en la que muchas mujeres pueden sentirse identificadas. Un relato de heroínas contemporaneas. Tres misterios, tres hombres. La vida de Marta se ve convulsionada por una serie de acontecimientos que convertirán su aparentemente ordenada vida familiar en un nuevo camino donde el coraje y la voluntad serán la base para alcanzar sus objetivos. 

Con el amor (erótico, fraterno, amistosos) como telón de fondo, Como viento en la espalda, va tejiendo una trama de intriga que recuerda a los clásicos detectivescos de Agatha Christie (conspiraciones, secretos familiares ocultos e inconfesables, y misteriosas situaciones) en una familia de clase media-alta.






Vientos del pasado, el secreto tras el cuadro.


Una historia que, seguro, mantendrá el interés del lector hasta el final, haciéndole testigo de dos tramas  que se van desarrollando en dos épocas muy diferentes para, finalmente, encontrarse. Una tendrá como protagonista a Marta Nogales, mujer intrépida, tierna
y fuerte al mismo tiempo, que ira afrontando una serie de sucesos que pondrán a prueba su ingenio y su voluntad; la otra, a Josefa Tudó, amante primero y esposa después, de Manuel Godoy, primer ministro del rey Carlos IV.

Dos mujeres que nos llevarán de la mano a través del tiempo desde el pasado hasta el presente, para descubrir el secreto celosamente guardado por un  misterioso cuadro.

El huracán y el destino 

Tienes en tus manos otra novela de Marta Nogales, cuyas aventuras tuvieron su inicio tiempo atrás y que ahora vuelve para intrigarnos y emocionarnos con una nueva trama.
Misterios reales e imaginarios que han de ser resueltos; amores que vuelven buscando el mismo hueco que dejaron; vidas que resurgen de los escombros tras la redención y el perdón.

«Suelto las amarras de la realidad y comienzo a navegar por las líneas de la historia, como si de un viaje en barco se tratara, a merced del viento, hasta donde él me lleve».








Tres novelas y un mismo objetivo: llegar, emocionar y haceros cómplices, mis queridos lectores, de mis palabras, tranformadas en historias.Gracias a los que ya habéis viajado por sus páginas. Los que todavía no lo habéis hecho, si os place, os invito a hacerlo.

domingo, 9 de diciembre de 2018

Si no es amor es costumbre

A veces pienso que la importancia del  amor está sobredimensionada. Claro que, por otra parte, si no hubiera sido por su existencia páginas escritas de poesía, novelas y teatro aparecerían en blanco, porque jamás nadie se hubiera molestado en escribirlas al falta de la temática principal.

¿Alguien se imagina una guerra de Troya sin el amor de Helena y Paris? Pues hubiera quedado un aventura épica coja, al albur de las descripciones de las batallas que, en ocasiones son bastante aburridas, con un simple pico de intriga por el episodio del caballo.

No hace falta remontarse tan lejos. Baste con detenernos en la novela de las novelas, la de ese hidalgo caballero enjuto y desgraciado que no habría puesto un pie fuera de su casa, ni hubiera abandonado la lectura de sus libros sin que en el horizonte percibiera el amor de la sin par Dulcinea. Bécquer sin golondrinas ni madreselvas, Larra envejeciendo sin haberse pegado un tiro por un amor desgraciado, Zorrilla con un Don Juan mudo y una doña Inés llegando a priora de su congregación. Teruel cifrando sus visitas a sus magníficas torres mudéjares, pero sin ese imán que atrae como la miel a las moscas que significa sus famosos amantes.

Pero por suerte los escritores y los poetas muestran instantáneas, momentos de ebullición de esa pasión que rebosa como el cava las copas para luego producirnos un cosquilleo similar a las burbujas.  ¡Ay el amor!

Pero ¿y si pudiéramos avanzar en esas historias que han marcado y señalado el amor como el motor del mundo? Pues, para nuestro desencanto veríamos como se iría transformando en costumbre en general y, en algunos casos, con suerte, en amistad.

No, no, mis queridos lectores, no enaqueis las cejas con asombro preguntando cómo una escritora, una poeta que ha hecho del amor el centro de mucha de su literatura cae, con cierto cinismo fruto tal vezde los años y la experiencia, en semejante afirmación. Pues porque, salvando las excepciones, suele cumplirse lo que señalo. Ese amor que brotó como una flor roja de pasión se va tranformando en un árbol robusto que acoge y protege del sol del verano y de las inclemencias del tiempo en invierno, sino se ha incendiado antes por el rayo del desamor, que todo es posible.

No debemos extrañarnos de imaginar a Julieta y Romeo, sentados en un banco bajo el balcón de Verona, viendo jugar a sus nietos, y sintiéndose en paz con ellos mismos y con el mundo, gozando de la compañía del otro hasta el fin de sus días y arropados por la costumbre y una profunda confianza que diera sentido a sus últimos años. Claro que entonces Shakespeare no habría tenido ni el más mínimo interés en su historia, porque el amor es el barniz que le damos a la vida para que nos parezca extraordinaria.


¡Ay, el amor!



domingo, 2 de diciembre de 2018

Nunca es tarde...

Un nuevo mes, pero no un mes cualquiera. El mes que da término a este año, 2018, que seguro para unos habrá sido magnífico y para otros no tanto.

Hace frío, nada extraordinario en estas fechas, por mucho que los medios de comunicación se empeñen en hacer una noticia de algo que para nuestros abuelos es habitual, por lo menos en este hemisferio.

Escucho al mismos tiempo que os escribo, mis queridos lectores, la Tocata y Fuga de Juan Sebastián Bach, cuyas notas parece que quieren elevarse hasta el cielo a pesar de que, aunque pudiera ser posible, los cristales de la ventana cerrada se lo impedirían. Pero, ¿para qué tenemos la imaginación? Fantaseemos con la idea de que es posible que la música del organista puede atravesar el cielo lechoso, neblinoso y alcanzar al otro lado el azul.

En unos días volverán las Fiestas, esas que también, como el año que se va, unos adoran y otros abominan, pero que celebran de la misma forma porque la fuerza de la costumbre nos arrastra a ello. Intentaremos ser más buenos, más generosos, olvidar lo gris del día a día y vestirlo de rojo, de oro, de luz y sonrisas. Nacerán los buenos propósitos alrededor del árbol adornado y los grandes almacenes rebosarán de gente que quiere transformar su cariño en el regalo deseado.

Tal vez nos acordemos de aquellos que apenas tienen, que no distinguen la fiesta de otro día, porque para ellos no hay luz, ni colores, ni, por supuesto, "te quieros" envueltos en paquetes con un lazo. Tal vez nos apuntemos a repartir alimentos, a  actos benéficos para aportar aquello que nos sobra y que a tantos les falta, o donemos juguetes, que ya usados, nuestros niños han olvidado en un rincón.

Aunque tal vez no nos acordemos de ese amigo cuya amistad fuimos perdiendo por un malentendido, simplemente dejamos que muriera por inanción de atención. Tal vez sigamos enfadados con ese familiar, aunque ya ni recordemos la razón, ni tan siquiera nos importa. Tal vez sea un buen momento de cerrar viejas heridas y limpios, como recién nacidos, iniciar el año nuevo.

En fin, mis queridos lectores, que el corazón se nos llena de nostalgia por aquello que tal vez otros años, otros diciembres deberíamos haber llevado a cabo, pero que no hicimos... Aún estamos a tiempo:  nunca es tarde, nunca es tarde...

Sed felices. 


lunes, 26 de noviembre de 2018

Como niños: "porque lo digo yo"

Seguro que todos recordamos esa lógica que los mayores gastaban con nosotros cuando éramos niños, y que en ocasiones también hacemos uso de ella con los más pequeños cuando se nos acaban o no tenemos argumentos. Pues algo así pasa con ciertos partidos políticos que, sin apenas razoness, bueno, mejor dicho, sin ellas, intentan convencernos de su verdad "porque lo dicen ellos".  

He tenido esa sensación justo esta mañana escuchando a la portavoz del PP en la Comisión mixta UE-España al hablar del acuerdo del Brexit y del tema de Gibraltar, que ha tenido que ser solventado en una semana no solo por Pedro Sánchez, ni por su ministro de exteriores, sino por un grupo de diplomáticos que ha echado toda la carne en el asador. Pues bien, dicha diputada, miembro de la ejecutiva de Casado, ha hecho una exposición que podría haberse ahorrado simplemente con un "es un desastre porque lo decimos nosotros".

Hemos llegado a un punto en que tengo la impresión de que la derecha española, aunque siempre ha adolecido de un paternalismo insoportable, ha decidido que todo vale para erradicar de la mente de la ciudadanía cualquier atisbo de reflexión, de capacidad de decisión, manipulando y ocultando la realidad, una manera eufemística de decir que mienten con toda su boca.

Tres cuartos de los mismo sucede con la prensa más conservadora, cuyos rizos ya no se rizan sino que se convierten en auténticos muelles desde donde lanzar titulares que una vez leyendo el contenido están sacados de contexto, no responden al contenido de la noticia, pero cumplen el cometido de ser replicados en las redes, sin que se ponga en solfa por muchos.... 

En fin, que les cuesta a muchos  entender que somos una sociedad madura, que podemos tomar decisiones si se nos respeta y no se intenta, como muchos hacen, llevarnos de la manita porque lo dicen ellos.

Sed felices






lunes, 19 de noviembre de 2018

Entre bastidores

A menos de una hora de subir el telón, las actrices y los actores se afanan por memorizar las últimas instrucciones del director y de regiduría. Un nuevo teatro, un nuevo mapa de entradas y salidas, de "calles" formadas no por pavimento sino por cortinajes negros, que se convertirán en lugares, en casas, en montes. El patio de butacas, aún vacío, guarda un silencio sepulcral, casi místico, a la espera de la gran ceremonia de la representación.

Después  los camerinos se llenan de bullicio, de preguntas al aire, de letanías de textos dichos "a la italiana", con algo de ansiedad por apresar esa frase que se resiste siempre, mientra que los rostros se cubren de maquillaje, el cabello se oculta tras las pelucas, y los nervios se esconden tras sonrisas y palmadas de ánimo.

A un minuto de comenzar la función el mundo se para tras el escenario. Solo se escucha el rumor del público amortiguado por las telas. Alguien suspira quedo. La tensión controlada es la de un caballo tras el portón que le da via libre a la carrera.

El teatro  se queda a oscuras. Suena la música. Comienza la función. Y entonces dos universos paralelos correrán juntos durante casi dos horas. Pero uno, el que transcurre tras los bastidores y las bambalinas, no lo conoce el público. Es ese en el que hombreS y mujeres, por cuyas venas corre el veneno del teatro, se mueven en con el único objetivo de hacer llegar la magia de la palabra sobre el escenario. No importan la estrechez de los camerinos, el frío o el calor, la dificultad de movimiento, el agobio de los cambios del vestuario, no importan.

La recompensa siempre llega al final con el aplauso.

Sed felices

domingo, 11 de noviembre de 2018

Noviembre

El mes de noviembre siempre ha tenido un predicamento negativo en mi familia. Esta manía la comenzó, creo, mi abuela paterna. Decía que aparte de ser el mes más oscuro, en el que antes anochece, que incia su andadura con la fiesta a los difuntos, había como un augurio no muy positivo en él. No es de extrañar en su caso, pues su hijo mayor murió ese mes, a la edad de 33 años. Por eso cuando llegaba el 1 de diciembre parecía respirar. Ya había pasado el nefasto mes y se acercaban las Fiestas de Navidad, que en mi familia siempre han sido un hito. Y como si fuera una profecía cumplida mi abuela murió un 22 de noviembre, su nieta mayor un 12 y mi madre el 5 de noviembre del año pasado.

No soy una mujer muy supersticiosa, ni me gusta creer que los meses, los lugares o las personas pueden influir en nuestra vida. Además, como para conjurar esa negatividad novembrina mi hermano Fernando, el mayor de los chicos, nació tal  día como hoy, el 11 de noviembre.

Es curioso como desde que el mundo es mundo ser humano ha sentido ciertos temores a aquello
que achaca a la mala suerte, o que no nos es favorecedor como menos, sin darnos cuenta de que nos movemos en convencionalismos que nosotros mismos nos  hemos dado para justificar lo que nos sucede porque nos tiene que suceder.

No sé cuándo ni  en qué mes me tocará marcharme, eso da igual. La única realidad es que llegará esa hora y entonces ya sean las hojas de los árboles verdes o amarillas, ya sople el viento o abrase el sol, mi único deseo es haber vivido la vida que he querido..., y queriendo.

Sed felices.


domingo, 4 de noviembre de 2018

Nadie conoce a nadie

Nos vanagloriamos de conocernos unos a otros, de saber lo que piensan nuestra pareja, nuestros  hijos, nuestros amigos. Creemos saber el por qué de ciertas reacciones a ciertas acciones, cuando lo único cierto es que nadie conoce a nadie: ni siquiera nos conocemos a nosotros mismos.

Ya, ya sé que alguno de vosotros, mis queridos lectores frunciréis el ceño, y me diréis que eso no es verdad. Que tras años de sesudas reflexiones acerca del bien y el mal habéis llegado a una certera opinión sobre lo humano y lo divino, incluido vuetro propio ser.

Pues perdonad que lo dude; o tal vez yo sea única en mi propia experiencia, pero a estas alturas de la película de mi vida aún me sorprendo con personas a las que creí conocer, o con reacciones de mi misma que no pensaba jamás tener. No es difícil pontificar sobre aquellos que nos toca de refilón, señalar con el dedo a quienes se ven en bretes que a nosotros jamás , o eso pensamos, se nos van a plantear.

Pero en ocasiones la vida nos pone en la tesitura de tener que tomar decisiones que no esperábamos y entonces vemos que todo aquello que formaba parte de nuestros cimientos se tambalea, y nos empuja a llevar a cabo actuaciones que nunca pensábamos.

Ele refranero popular, sabio en su esencia, dice : "No digas de este agua no beberé, ni este cura no es mi padre". Pues eso, que nos ponemos delante de la fila, sacando pecho, y afirmando que nunca romperemos esos principios de los que nos enorgullecemos, sin pensar que nos podemos ver en la disyuntiva de tener que romperlos, o que, sin saberlo nosotros, ya lo hemos hecho.

Nadie conoce a nadie. Odiamos la corrupción, pero si podemos facturar sin IVA lo hacemos ; no seremos infieles, pero cada vez que vemos a alguien que "nos pone", pensamos que estaría genial echarle un polvo; nos duele ver a los inmigrantes en pateras, pero cuando vemos a un indigente en un banco o en la calle de nuestro barrio, miramos para otro lado; nos consideramos demócratas, pero votamos a quienes nos aseguran que los ricos serán más ricos y los pobres más pobres.

Sería aconsejable un mayor ejercicio de autocrítica constructiva. Recordemos, es la sabiduría popular, ese otro refrán que dice "cuando señalas a otro con un dedo, los otros tres te señalan a ti"... Y a mí, y a todos.


Sed felices.



domingo, 28 de octubre de 2018

Turrones antes que buñuelos

Soy una mujer a la que le gustan las tradiciones. Para ser más exactos, algunas tradiciones que se van sucediendo durante el otoño y los primeros días del invierno.

Recuerdo como  en mi infancia las estaciones iban marcadas por el entorno, el paisaje y por lo que aparecía en la mesa. En esta época las manzana, la calabaza, los frutos secos, y los buñuelos de viento el día de Los Santos nos endulzaban el primer trimestre de la escuela. Después las mandarinas marcaban la proximidad de la llegada de la Navidad. El tiempo se vestía de la cotidianeidad, del sabor, del olor.

Pero hoy en día el consumo le ha ganado la carrera a la ilusión, y de una manera asombrosa vemos como los turrones le han ganado la partida a los huesos de santo y a los buñuelos, ya bastante arrinconados por las calabazas de plástico, rellenas de chucherías,  de Halloween, fiesta anglosajona que ha cuajado de una manera tan absoluta como las hamburgueserías.En un abrir y cerrar de ojos empezaremos a ver los roscones de Reyes, fiesta que inaugura el año, antes de tan siquiera celebrar la Constitución. Tampoco es de extrañar, pues la lotería de Navidad se vende desde el verano. ¡Y nos quejamos de lo rápido que pasa el tiempo!

Consumir, consumir, como sea, donde sea y lo que sea, aunque produzca esa extraña desorientación, asumiendo todo lo que lo que la publicidad nos quiera vender. Claro que, me diréis queridos lectores, que los turrones, ejemplo de este artículo, no se comen solo en  Navidad. Sí, lo sé. Pero a lo que yo me refiero es a la parafernalia montada, a todas luces navideña para inducir ya a la compra, aunque todavía queden dos meses para las Fiestas.

Me entristece esta sociedad que no lamenta la pérdida de ciertas tradiciones que nos hacían felices porque alimentaban la ilusión, aunque fuera en forma de buñuelo o de humilde mandarina, y asume otras que no tienen que ver mucho con nuestra cultura, aceptando que nos arrebaten ese itinerario vital que nos ayudaba a medir nuestra propia existencia.

Me estoy haciendo mayor, lo noto. Siento  nostalgia por muchas cosas que ya no están, ni volverán, en esta aldea global en la que vivimos para bien o para mal. Como se suele decir: es lo que hay...

Sed felices.

domingo, 21 de octubre de 2018

Mentiras

Nos enseñan a no mentir, enseñamos a no mentir. Y a pesar de ello mentimos. La mentira, dicen, es consustancial al ser humano. Si no fuera por ella, dicen,  acabaríamos matándonos unos a otros.
Tanto asumimos la mentira que hemos acuñado una expresión: mentiras piadosas.

Mentiras piadosas para no decir que un vestido le queda fatal a nuestra mejor amiga, que el niño de la vecina  es muy feo, que las cortinas del salón de tu hermana parecen un mantel, que hemos sido infieles, que ya no estamos enamorados... ¿Justificables? No sé.. Pero desde que el mundo es mundo las hemos ido utilizando, y ahí siguen.

Porque nada es más de temer que cuando escuchamos esa frase : "¿Quieres que te sea sincero?", seguido de un torrente de reproches, de palabras gruesas o de vocablos que golpean más que puñetazos... O tal vez de una verdad que ni queremos, ni buscamos.

Pero, y estaréis de acuerdo conmigo, mis queridos lectores, que lo que jamas es admisible es la mentira cuyo objeto es destruir, arrebatar el derecho de saber, conocer y decidir. Ya, ya sé que no existe la verdad absoluta, y que siempre está matizada por las propias vivencias personales, aunque eso no sea óbice para transformar lo más evidente: hay verdades como puños.

Contemplo estupefacta, día a día, como la mentira va ganando el terreno en muchos de nuestros espacios, aunque en ninguno más que en la política de cierto sesgo, apoyada por los medios de la misma cuerda. Además, esa mentira asume un grado y se convierte en difamación. No importa cuanto se retuerzan las palabras si, al final, son capaces de crear eso tan horrible que hemos llamado "posverdad" (1), y que no es más que una falsedad con encaje y puntillas.

¡Pobre verdad! Qué poco la quieren ahora. No interesa, porque a veces no es simpática, ni agradable, ni, mucho menos, sirve a los intereses más egoístas.

Nos enseñan a mentir, enseñamos a no mentir... Y mentimos.

Sed felices.

(1)-“Distorsión deliberada de la realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”.

lunes, 15 de octubre de 2018

Nada sucede por casualidad

Hoy, lunes de octubre, tras unos días en el que la climatología ha demostrado que por mucha tecnología que tengamos las fuerzas naturales siempre dominan el centro del tablero, me siento ante el ordenador para llevar a cabo la grata tarea de comunicarme con vosotros, mis queridos lectores.

Veo los árboles desde mi ventana jaspeados de hojas ya anaranjadas, aunque el verde, todavía, es el color dominante. Paciencia,  nos queda otoño hasta diciembre (aunque la gente piense que ya entonces es invierno), tiempo más que suficiente para que las ramas se desnuden.El cielo está enladrillado (quién lo desenladrillará) y la temperatura ha descendido, enfriando el ambiente aún más, como si la tensión social no fuera suficiente.

No sé vosotros, mis queridos lectores, pero mi mente empieza a resentirse, dando síntomas de agotamiento. Soy incapaz de procesar tanta mentira, tanta difamación y tanta estupidez por minuto.

Claro, que podría tomar la decisión de aislarme del mundo, dedicarme a mi literatura que, seguro, me reportaría más calma. Pero como una es una mujer comprometida con la sociedad me toca todos los días bregar, como otras muchas personas de bien, con este tiempo extraño y áspero, lleno de dogmas, de lemas, de etiquetas,  de miedo, y muy falto de ideas y de solidaridad.

Porque hay día, os lo confieso, mis queridos lectores, que tiraría la toalla. Hay días en los que me pregunto para qué tanta empeño en hacer ver al que no quiere más que estar ciego, o llamar al que se hace el sordo, a pesar de mi empeño en que me escuche. Ya, ya, me diréis, como tantos que me quieren, que no me complique la vida, que estos son dos día, y que tengo un entorno que me debe bastar para ser feliz. Pues precisamente por eso creo que tengo la necesidad de implicarme. Porque soy una mujer afortunada que ha tenido muchas oportunidades y pienso que debo devolver lo que se me dió, y multiplicado. Así entiendo el progreso: partir desde uno mismo, de nuestra experiencia, de nuestra felicidad, de nuestro trabajo, para mejorar la vida los demás.

Por eso, cuando me cunde el desánimo pienso que alguien, hoy, espera que yo continúe, en una especie de Teoría del Caos  en la que nada sucede por casualidad, y haga algo que pueda mejorar su vida.

Sed felices.


lunes, 8 de octubre de 2018

No me gusta

No me gustan muchas cosas.

No me gustan las pandillas a las que escucho desde la ventana, hablando en un lenguaje soez que no encaja con sus rostros en los que la inocencia de una infancia recién perdida aún deja su rastro.

No me gusta el césped pisoteado en senderos que no existían por el único motivo de no dar un  rodeo, de no dar una vuelta al seto.

No me gustan los bancos rodeados de cáscaras de pipas, con una papelera a menos de medio metro, paisaje que es fruto de la desidia de quienes lo ocuparon.

No me gusta la falta de criterio, en la que vale crematísticamente más dar patadas a un balón que investigar cómo curar las enfermedades.

No me gusta la falta de modales, la cortesía, que no tienen nada que ver con normas caducas, sino con facilitar la convivencia.

No me gusta la escala de valores en la que es más importante la macroeconomía que el que a todos llegue el pan.

No me gustan las frases huecas que a base de repetirlas parecen llenarse, pero solo de aire.

No me gusta quien se apropia del arte sin que ni siquiera sepa que no es ni será nunca un artista.

No me gusta quien me dice que no entiende la poesía pero se regodea cuando lee un índice bursátil.

No me gusta la envidia, ni la ignorancia, ni la xenofobia, ni el patriotismo de bandera, ni...

No me gustan ... muchas cosas.


Sed felices.



domingo, 30 de septiembre de 2018

Abogada de pleitos pobres

Mi madre siempre me llamaba abogada de pleitos pobres. Al principio no lo comprendía, pero con el tiempo me di cuenta de que tenía razón. Tengo una extraña tendencia de ponerme al lado de los débiles, de quienes creo que están sufriendo una injusticia.

Además lo suelo hacer a pecho descubierto (entiéndase la metáfora), lo que en ocasiones me ha  causado más de un encontronazo por parte de quienes se sienten asombrados de que alguien se enfrente sin miedo, y sin tener en cuenta ni la posición ni la representación, solo con la fuerza que da el saber que es necesario "desfacer entuertos".

No es más que eso, tengo el alma de Quijote, y eso, en este mundo encaja mal.

Pero qué se le va a hacer, al fin y al cabo no importa que no sean gigantes sino molinos. Es el espíritu de lograr un mundo mejor lo que a muchos nos impulsa levantarnos cada día. Pero, cuidado, no hablo, mis queridos lectores, del mundo, del planeta, sino del microcosmos que supone nuestro entorno, y en el que nos movemos cada día. Ese es mucho más fácil de transformar, sobre todo cuando se hace desde dentro de uno mismo.

Tenemos nuestra palabra, tenemos nuestras acciones, tenemos nuestro ejemplo. Cada uno en el sitio que ha elegido ocupar, sin miedo, sin pesimismo. No esperemos permiso de nadie para hacer la vida de los demás más fácil, para convertirnos en la voz de los que no se escucha.

Desde el principio de los tiempos muchos han considerado que unos tenían derecho a vivir y otros ha servir ese derecho ajeno. Que la vida daba trato de favor, así, a lo Pablo Casado, a unos, por el simple hecho de haber nacido en un lugar,o en una familia determinada. No será así, si otros, también suficientes, no lo permitimos.

Os animo a convertiros vosotros también, mis queridos lectores, en abogados de pleitos pobres, en Quijotes sin miedo, señalando a quienes han hecho de su felicidad la desgracia ajena.  Queda tiempo para transformar la realidad, siempre queda tiempo.


Mientras, sed felices.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

La tribu

"Un poeta debe ser más útil
que ningún ciudadano de su tribu".
Blas de Otero 


Encabezo este artículo con dos versos del poema Segundo homenaje a Isidore Ducasse y que forma parte del libro Breve son del poeta bilbaíno. Os preguntaréis el por qué. 

La respuesta no ha de ser muy complicada. Los poetas formamos parte de una tribu, sí, al igual que los pintores, los músicos, los actores, los artistas en general. Una tribu a la que se nos ha dado la oportunidad de contemplar la realidad desde otro lugar, con unas retinas que matizan, con unos oídos que perciben más allá del sonido, con un tacto que es capaz de tocar lo invisible

De todos ellos, de todos los que hemos adquirido ese compromiso con la transformación a través de las sensaciones, el poeta ha de ser vanguardia, porque el verso llega donde no llega la vista ni el oído ni las manos.

Quizá vivamos un momento en el que nos parezca que hemos dejado de ser útiles , pero no es así. Tal vez pensemos que nuestras poesía, que nuestros poemas caen en terreno baldío, pero no es así. Nuestra lluvia es una lluvia mansa que ha de empapar, no una torrentera que arrastre todo lo que se le ponga por delante.

Llovemos palabras, nevamos poesía. Y en algún momento brota una pequeña brizna que con el tiempo puede ser árbol, que acoja y consuele en los tristes días de sequía intelectual.

Formamos parte de una tribu, ese es nuestro compromiso. Síntamos el orgullo de serlo. 


Sed felices

domingo, 16 de septiembre de 2018

Mentiroso, chulo, jeta, plagiario, mediocre y censor: ¿este es el periodismo que queremos?




Inda: “Nos vemos en los tribunales, presidente, eso sí, no plagies la querella y que no te la haga un ‘negro'

Contestación del director de OK Diario al aviso del presidente del Gobierno de la posibilidad de querellarse si no desmentía la información falsa sobre su tesis.

 
No cabe duda de que es complicado encontrar un hilo de insultos más engranados que estos. Ofende en todos los planos que una persona dedicada a la vida pública puede manejar.

Pues bien, no se han escuchado en un rifirafe callejero, ni un bar después de varias copas, cuando a uno se le calienta la boca y empieza a decir idioteces. No, es el titula de un artículo que el director de OK Diario, Eduardo Inda,  dedica al presidente del gobierno Pedro Sánchez.

Descontada la falta de educación que cabría ante cualquier persona de a pie que fuera insultada de semejante manera, sin que medie prueba alguna, lo pasmoso es que este individuo campa a sus anchas sin que haya ninguna forma de pararle los pies, ya que se ampara en la susudicha libertad de expresión, derecho que ha ido mutando hasta convertirse en manos de algunos  en un cajón de sastre desde el que lo mismo se difama que se canta dar dos tiros a un guardia civil. Y si se protesta pues ya lo están llamando censura.

No estamos diciendo que se aplique una férrea mordaza sobre lo que algunos personas expresan. En muchos de los casos no dejan de ser una grosería fruto de la necesidad de salir en los papeles (véase el caso de Willy de Toledo).  Pero en otros no son ni más ni menos que una cacería de brujas difamante, arropados por la etiqueta de información.

Hace unos meses tuve un encontronazo en la radio con el periodista Manuel Cerdán (OK diario), que orgulloso presumía de haber dado el golpe de gracia a Cristina Cifuentes. Yo le eché en cara ( y nadie puede señalarme como simpatizante del PP) que hubieran utilizado un vídeo para obligar a dimitir a la presidente y evitar la moción de censura en la Asamblea que, seguramente, le hubiera dado el gobierno al PSOE. Cerdán bramó, chilló, pero fue incapaz de rebatir mi argumento de que servían los intereses de la derecha.

Estamos sufriendo un procedimiento inquisitorial en el que no hacen falta pruebas, basta con señalar para acabar con el honor de una persona. Y lo que es peor: encontrarán el eco en diputados que desde sus escaños no son más que peones vociferantes vendiendo los consejos que para ellos no tienen. Y eso es inaceptable.

Los medios de comunicación están para informar, no para manipular. Y si no se pone coto a esto, seres infames como Eduardo Inda seguirán escupiendo su mala baba desde lo que malamente llamamos "periódico", y como él, tantos.

Y esto, mis queridos lectores, no hay democracia que lo resista.

(Fotografía 20 Minutos)


domingo, 9 de septiembre de 2018

Ser estúpido

Según el diccionario estúpida/o  es la persona o animal que muestra torpeza o falta de entendimiento para comprender las cosas.

Está claro, de entre todos los seres de la tierra el ser humano (además de tropezar dos veces en la misma piedra) es el que llega a unos niveles más altos estupidez. La contumacia en no entender lo meridianamente claro llega a extremos preocupantes.

En este orden de cosas se expresó el diputado de Esquerra Republicana de Cataluña  Joan Tardá cuyas palabras reproduzco aquí:

Si hay algún independentista ingenuo o estúpido que crea que puede imponer la independencia al 50 por ciento de los catalanes que no lo son es evidente que está absolutamente equivocado”.

Tardá suaviza su comentario anteponiendo el adjetivo ingenuo, que no creo encaje muy bien, pero que, supongo, lo utiliza para que el que le sigue no suene tan rotundo. Y está absolutamente  en lo cierto. El proces ha llegado por parte de sus dirigentes a un momento que no se puede definir más que de absoluta estupidez, o lo que es lo mismo, de una falta de entenduimiento cercana a un tarugo de madera.

Que Cataluña se halla fracturada al cincuenta por ciento ya nadie lo niega, pero que una de esas mitades apoya una alternativa ilegal de todas todas tampoco se puede ocultar. El sinsentido que se vive día a día,con declaraciones que son disparatadas, sobre todo por parte de Puigdemont, de cuya salud mental hay que preguntarse mucho, y de aquellos que se mantienen de una incompresible en una impensable república catalana no puede explicarse más allá de la estupidez.

A dos días de la Díada, que celebra una derrota ( como si los franceses celebraran el 2 de mayo) la cúpula del independentismo sigue en su mantenerla y no enmendarla.

En el lado contrario los líderes de los dos partidos conservadores, PP y Ciudadanos, se encuentran encastillados en la misma estúpida tesitura: ignorar al otro cincuenta por ciento que es independentista y que, incompresiblemente, comulga con las ruedas de molino que les dan sus líderes, pero que ahí están.

Llegado a este punto solo cabe el diálogo y la sensatez dentro del estado de derecho. Y acabar con quien "mea más lejos", porque si lo haces contra el viento, ya sabemos lo que pasa.

Sed felices.




Imagen: cuadro de Antoni Estruch."El 11 de septiembre de 1714". Fuente La Vanguardia.




viernes, 31 de agosto de 2018

El pintor de desnudos (Desenlace)


La sala central de la RAE estaba a rebosar de público. Unos minutos antes la llegada de los Reyes había concitado todavía más confusión, pues quienes hacían cola para rendir su último adiós al más famoso escritor del país se arremolinaban todavía a la puerta.
            El pintor de desnudos se identificó ante los agentes de seguridad y pudo pasar sin esperar.  Las arañas de cristal, relucientes como diamantes, fulgían dando un aspecto de escenario de ópera al duelo. El féretro se encontraba en el centro, rodeado de coronas de flores y cubierto con la bandera de España. Sentados en un lado se encontraban los cuatro hijos del escritor junto al resto de familia carnal. Fente a ellos la nueva viuda, vestida de riguroso luto, que en ese momento saludaba a los monarcas.
            El pintor de desnudos sintió posarse una mano en su hombro.
            —¡Ah! Hola, ¿qué tal?—saludo tras la sorpresa a un amigo común, director de una revista de arte y literatura.
            —Bien, bien, y tú, ¿cómo estás? Porque te has comido todo el marrón. Que el accidente ocurriera en tu casa debió de ser terrible.
            El pintor de desnudos hizo acopio de todas sus energías para mostrar una cara compungida.
            —Es cierto, fue terrible. Primero la impotencia de ver que no se pudo hacer nada para reanimarle, a pesar de que los servicios de urgencia llegaron rápidamente. Luego las declaraciones en dependencias policiales, que han sido largas y tediosas…
            —La verdad es que ha sido una gran pérdida. Y total, por un mal tropiezo en una escalera.
            —Había bebido mucho y debió calcular mal el peldaño. Revivo una y otra vez la escena, pero no veo cómo lo podría haber evitado. Tal vez si no le hubiera permitido ingerir tanto alcohol…
            La voz del pintor de desnudo se veló por la emoción, aunque no era la tristeza lo que le embargaba sino el triunfo. Su plan había resultado perfecto. Nadie sospechó que la caída no había sucedido por un paso en falso y la borrachera que, a tenor de la analítica post mortem, fueron los causantes oficiales  de la muerte de su enemigo. Solo él sabía de la existencia de un hilo de nylon tendido de lado a lado, que fue el factor real del “accidente”.
            El pintor de desnudos estrechó  la mano de su amigo.
            —En fin, como tú has dicho, una gran pérdida. Aunque habíamos tenido nuestras más y nuestro menos, siempre le admiré como escritor. Ahora si me disculpas, voy a rendir mis respetos a la familia.
            Con paso firme que disimulaba su nerviosismo, se dirigió hacia el lugar en donde se encontraba la mujer objeto de sus sueños y motivo de su crimen. Estaba sentada, con las piernas muy juntas, y las manos en el  regazo. Su largo pelo ocultaba su rostro, girado hacia el féretro.
            El pintor  de desnudos se situó a su lado y carraspeó un poco. Ella se volvió y levantó su cara, mirándole directamente. En ese instante el tiempo de paró y un aire gélido pareció recorrer la espina dorsal del pintor de desnudos. La luz que había visto brillar en el  fondo de los ojos de la mujer, esa luz que le atraía hacia ella como una polilla a una lámpara, se había apagado. Sus pupilas eran dos lagos de lágrimas y tristeza opacos.
            El pintor de desnudos no supo que decir. Fue la mujer la que se puso en pie y le dio la mano.
            —Muchas gracias por venir, y muchas gracias por atender a mi marido en sus últimos momentos. Me alegra de que no muriera solo. Supongo que te habrán vuelto loco con todas la indagaciones… ¡Qué pena!
            —No me des la gracias—acertó a balbucear el pintor de desnudos—, yo no hice nada…
            —Sí, estuviste con él. Me contó el proyecto de su retrato, e incluso hablamos de que tú también me pintaras a mí… Ya ves, habría sido muy bonito, siempre te he admirado como artista, pero mi nivel adquisitivo hacía imposible que tú pudieras retratarme. En cambio, ahora… Sin él, ya no tiene sentido. ¿Supongo que lo comprendes?—las lágrimas caían a raudales por sus mejillas.
            El escritor, su mayor enemigo, habría consentido que él pintara a su mujer, así, sin más, solo por complacerla. Ahora él había arrebatado inútilmente la vida a esa mirada que le había hecho enloquecer de tal manera como para convertirle en un asesino.
            El pintor de desnudos asintió con la cabeza y, sin decir nada más, salió a la calle. Volvía  a nevar. 

FIN

viernes, 24 de agosto de 2018

El pintor de desnudos (4)

(Continuación del relato. Entrada anterior el 17 de agosto 2018).


Una vez tomada la decisión se sintió mucho más tranquilo. Como si un gran peso que hasta ese momento le aplastaba el pecho se hubiera desvanecido y el sol, que asomaba tímidamente entre unas gruesas y oscuras nubes, brillara en todo su esplendor.

El paso siguiente fue proyectar el cómo, de tal manera que no quedara ni la mínima sospecha de que se hubiera cometido un crimen ni, por supuesto, ser él el criminal.  ¿Contratar un sicario? ¿Provocar un accidente?

Pasó toda la mañana en internet buscando maneras de asesinar. Sí, porque la Red era un pozo sin fondo a la hora de inspirar sobre cualquier cosa, incluso sobre la mejor forma de deshacerse de alguien sin despertar sospecha. Cuando ya desesperaba por no hallar algo factible encontró la solución.

Habiendo resuelto la logística, abordó el paso siguiente: llamar al escritor e invitarle a cenar a su casa. No fue tarea fácil convencerlo. Había pasado mucho tiempo desde su encontronazo en televisión, durante el cual solo se habían cruzado cuatro palabras para insultarse.

El anzuelo fue un supuesto retrato que el pintor de desnudos quería llevar a cabo como homenaje al escritor y como regalo de bodas también. Después de la cena tomaría unos apuntes para llevarlo a cabo.

A pesar del desprecio que el escritor sentía por el pintor de desnudos, tener un retrato salido de su pincel era una gran tentación. Máxime cuando un cuadro con semejante firma se cotizaba a miles de euros en el mercado. Aceptó.

La tarde se pasó volando mientras el pintor de desnudos preparaba el plato favorito para el escritor—al fin y al cabo eso se hacía con los condenados a muerte—, y perfilaba todo lo necesario para el asesinato.

A las nueve en punto el timbre de la puerta anunció la llegada del invitado. Los primeros saludos fueron muy tensos por ambas partes, aunque varias copas de jérez hicieron el milagro de soltar la lengua y la confianza.

—La verdad es que todavía no entiendo muy bien a qué se debe esta invitación. Pero la curiosidad, he de reconocerlo, es uno de mis pocos defectos— apuntó el escritor, cómodamente sentado frente a la chimenea, mientras que el pintor de desnudos daba los últimos toques a la mesa.

—Bueno, creo que hemos dejado pasar mucho tiempo y que nuestra enemistad tenía que llegar a su fin. Al fin y al cabo, tú eres el mejor escritor del país en la actualidad, y yo, dicho con toda la humildad, soy un artista reconocido mundialmente. Creo que debemos enterrar el hacha de guerra. Como testimonio de nuestra paz, me gustaría pintarte.

El escritor se levantó del sillón y sonrío irónicamente.

—Soy el mejor escritor y el que más vende, además. Bueno, veamos qué tal va la cena, y hablamos después.

El pintor de desnudos desplegó todas sus habilidades y rodeó a su invitado de todo aquello que sabía era de su agrado: fiambres, ensaladas, carnes, vinos… Al finalizar la cena, la cara de satisfacción del escritor indicaba que todo iba según lo planeado.

—Me gustaría pasar a mi estudio y llevar a cabo esos apuntes de los que te hablé, para realizar tu retrato.

El escritor pareció dudar unos instantes, pero luego se puso en pie, algo vacilante por el alcohol ingerido, y soltando una carcajada, asintió con la cabeza.

Al vino servido en la cena le siguieron varios vasos de wisky escocés de la marca favorita del escritor, que no dejaba de hablar mientras el pintor de desnudos abocetaba en carboncillo su rostro sobre un papel en blanco. Como fondo musical los Nocturnos de Chopin ayudaban a relajar la atmósfera.

Poco a poco, según avanzaba el dibujo, la voz del escritor fue bajando de tono hasta quedar en silencio. El pintor de desnudos se acercó y puso la mano al pecho para comprobar los latidos del corazón, si es que lo tuviera y no hubiera sido sustituido por una piedra carente de sentimientos.

(CONTINUARÁ)