martes, 30 de agosto de 2016

"Síndrome postvacacional"

Concluyendo el mes de agosto, mes que parece cerrar el verano, aunque todavía nos quedan unos veinte días de esta estación, en breve oiremos hablar, de nuevo, como todos los años, del síndrome posvacacional. Esta situación se define como el  estado que se produce en el trabajador al fracasar el proceso de adaptación entre un periodo de vacaciones y de ocio con la vuelta a la vida activa, ocasionando molestias que nos hacen responder a nuestras actividades rutinarias con un menor rendimiento.

Vamos, lo que  viene siendo el fastidio que produce dejar de estar todo el día rascándote la barriga, comiendo paellas en el chiringuito o leyendo a la sombra de un árbol. Algo normal desde que el mundo es mundo, pues ya desde la Biblia se señala el trabajo como un castigo.

Vivimos en una sociedad de estiquetas y de estridencias en la que , para romper la monotonía de un día a día basado en la adquisición de meros bienes materiales, hay que buscar una causa patológica a algo que es completamente natural pero que convertirmos en agustia vital.

Que haga calor en Sevilla en verano, o que en Alicante las playas estén llenas es algo que recuerdan los más viejos del lugar y sin embargo se hace noticia convirtiendo lo banal en extraordinario. Al final también lo extraordinario se acaba convirtiendo en algo camuflado entre tantas obviedades y pasando totalmente desapercibido.

En fin, mis queridos lectores,  en toda esta vorágine de manipulación no es de extrañar que la "cosa" política funcione como funcione. Hemos perdido el sentido de la proporción, de lo que importa y de lo que no., envolviendo en grandilocuencia aquello que no deja de ser algo cotidiano, y dejando pasar lo que en realidad importa.

¿Habrá con el tiempo algo parecido al síndrome de Rajoy para señalar a quien con la mayor cara dura del mundo se desliga de su responsabilidad y se la pasa a quien no la tiene?

Sed felices y buscad ilusiones, que es mejor remedio para afrontar la vuelta de vacaciones.





domingo, 21 de agosto de 2016

Sudores, picaduras, botijos y extraterrestres.

Soy una persona que tiene poca tolerancia al calor. Se podría decir que, salvando aquellos aspectos incuestionables que hacen al verano apetecible, como son las vacaciones o la posibilidad de hacer vida en la calle, prefiero las estaciones frescas. Y si al calor le sumamos la presencia de esos insufrilbles insectos que son los mosquitos, pues ya apaga y vete.

En este momento en el que os estoy escribiendo, las gotas de sudor corren por mi frente y mi espalda gracias a la humedad que en las primeras horas del día suele impregnar el ambiente a la orilla del mar en Levante. Es fantástico comprobar el efecto "botijo", que hace que la capilaridad se abra y rezume como ese gracioso y popular recipiente. Y, también, mientras las palabras brotan del teclado tengo que reprimirme las ganas de rascarme las variadas picaduras que cubren mi bronceada piel, lo que hace que queden bastante disimuladas, pero haberlas, hailas.

Este año me había pertrechado contra esos infames engendros diabólicos como un marine: pulseras, lociones, enchufes, aerosoles... Pero como el que tiene tos y se rasca la barriga. Creo que la naturaleza mosquiteril ha desarrollado una tecnología capaz de neutralizar todas las invenciones humanas. Y eso, mis queridos lectores, abunda en mi teoría de que los mosquitos son extraterrestres reducidos por un rayo reductor, valga la redundancia, que nos van sometiendo a base de picores, preparando una futura invasión. No hace falta más que ver a los veraneantes en bañador y llenos de ronchas rojizas.

Ironías a parte , voy terminando esta entrada agosteña. No quiero daros la vara con mis penurias porque realmente son muy bien compensadas con el baño en el mar que me daré dentro de un momento, los paseos por la playa, los arroces ricos, ricos, los mojitos nocturnos y, sobre todo, por la posibilidad de disfrutar una año más del verano, a pesar de todo....

Sed felices!!!


domingo, 14 de agosto de 2016

Amor de verano

Siempre el verano es una estación propicia para el amor. Aunque sean esos efímeros e intensos que duran lo que duran las vacaciones. Esos que enmarcan la adolescencia  y que se vuelven inolvidables.

Ella todavía recuerda aquel verano del 76 y aquel sentimiento nacido entre la blancura de la arena y el azul del mar. Y todavía le recuerda a él. Se le viene a la memoria la tarde en que la esperó a la puerta del cine al que había ido con sus hermanos. Apoyado en un coche blanco, con la piel morena, con los ojos de un verde tan brillante que casi deslumbraba: "un celta puro", decía su madre. Vuelve a ver su sonrisa,  rememora el tacto de sus manos y le llega de nuevo el eco de sus palabras que se enredaban en un acento suave y cadencioso, como la brisa de la ría.

Evoca la romería a la que le invitó, previo petición de permiso al padre, los bailes en medio del bosque gallego, lleno de misterio y con la música de las gaitas resonando, como en una novela de Fernández Florez.
Y no olvida ese primer beso en la penumbra de la discoteca que tenía el nombre de una canción de Roberto Carlos: El gato azul.

Los amores de verano, los primeros amores no se olvidan. No suelen ser los definitivos, ni tan siquiera suelen dejar mella en el corazón, pero sí en la memoria, que recuerda esas sensaciones de otras épocas.

"A veces, piensa ella, qué poco conscientes somos de quienes han pasado por nuestra vida y han ido construyendo lo que ahora somos, lo que  ahora pensamos, lo que ahora sentimos. Personas que son como esos amores de verano, breves, pero cuya vivencia es de una gran intensidad y los hace imborrables incluso cuando ya no hay forma de volver a encontrarlos".

Adolfo, se llamaba Adolfo. Era alto, rubio, con ojos verdes, y sus besos sabían a chicle de menta...

Sed felices.


domingo, 7 de agosto de 2016

El libro de un sueño de verano

Transcurrida ya la primera semana de vacaciones con paseos a la orilla del mar, largas siestas, algo de literatura y lectura. Porque esta época es propicia para leer aquellos libros que he ido dejando apartados durante el año, más ocupada en los míos propios que en los ajenos. Llegadas estas fechas es un placer abrir las páginas de esos libros que pacientes me esperaban y comenzar a leer.

He de decir que soy una lectora muy ecléctica. No suelo ser remilgada a la hora de seleccionar los libros. Me gustan todos los que estén bien escritos, independientemente del género, si bien es cierto que, al igual que me ocurre como escritora, tiendo más a las histprias de misterio.

Muchos de mis mejores recuerdos están relacionados con el verano y los libros. De pequeña no me gustaba, como a casi ningún niño ,echarme la siesta, momento del día sagrado en toda familia española que se precie. Era la ocasión en que, con la habitación casi en penumbra para evitar el calor, me dedicaba a devorar, literalmente, los libros, muchos de ellos regalos de mi cumpleaños, mientras en la habitación contigua mis hermanos pequeños botaban como pelotas en las camas hasta que mi abuela les regañaba y podíamos disfrutar de un momento de paz.

Recuerdo especialmente mi quince cumpleaños. Mi padre fue a una librería y depositando una cantidad de dinero nada despreciable le dijo al librero, el cual se quedó muy asombrado, que le diera todos los libros que cupieran en ese importe. Y especificó: "son para una adolescente que se lee todo".

Cuando abrí el paquete, envuelto en papel de estraza y atado con una cuerda de pita, aparecieron el Ulises de Joyce, La divina comedia de Dante, Los papeles del Club Pickwick de Dickens, La tormenta de Shakespeare, El lazarillo de Tormes, La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela, Nada de Carmen Laforet... Los leí todos en ese verano de adolescencia, mientras escuchaba una y otra vez "Let it be" de los Beatles.

Aún los conservo junto con la tarjeta de la dedicatoria de mi padre. Él ya no está, pero de alguna manera, cada vez que ojeo esos libros de aquel verano , cuyas páginas amarillean ya en los bordes, recuerdo las siestas de antaño, las risas de mis hermanos, y las historias que me hacían soñar con ser un día escritora.
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Sed felices...