lunes, 10 de octubre de 2016

Yo quiero tener un millón de amigos

Vivimos en una sociedad en la que muchos conceptos se han  transformado, introduciendo en nuestras vidas formas, modos y experiencias que hace veinte años eran impensables.Uno de ellos es el de la amistad.

Las redes sociales no han facilitado el conocimiento de personas que de otra manera no digo que fuera imposible (yo creo que en esta vida pocas cosas hay imposibles), pero sí improbable.

En este momento se pueden tener "amigos" en todas partes del orbe, departiendo con ellos a tiempo real. Y escribo "amigos" entre comillas porque en ocasiones no pasan de ser contactos que de una manera más o menos interesada intercambiamos datos o circunstancias.

Pero en otros casos a esos amigos se les han caído las comillas y se ha terminado por tener una estrecha amistad, en ocasiones sin habernos conocido ni siquiera físicamente o por haber coincidido sólo en un corto tiempo en un espacio común .Curiosamente se descubren una serie de coincidencias y de gustos que hacen de las conversaciones o de las opiniones puntos convergentes y poco a poco el lazo se va estrechando.

Yo puedo decir que cuento con varios buenos amigos de esa índole, quienes, en ocasiones, ante un comentario mío han tenido palabras de felicitación, de solidaridad y de cariño. Conversaciones a través de los chat de varias horas (eso sí salteadas con entradas y salidas, dependiendo de las obligaciones) en las que me he enriquecido personalmente. Por supuesto, no digo caer en la absurda manía de sumar y sumar ( a lo Roberto Carlos) contactos para no hacer ni caso, sino de no despreciar esta manera de conocer a otros sin renunciar, claro, al bar, a la cervecita, al contacto físico.

Pues eso, que a mis amigos de estas redes que nos enredan, a los que me saludan por la mañana y me despiden por la noche, a los que se alegran por mí, decirles que me gusta saber que están ahí, como yo siempre estaré aquí para ellos.

Sed felices.

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