lunes, 24 de octubre de 2016

Y tendríamos que hablar de tantas cosas, compañero del alma, compañero

Querido compañero, o compañera, que en este lance estamos todos y todas dentro.

Tiempos difíciles, más bien imposibles,  estamos surcando en los que las rosas que empuñamos un día con orgullo se nos han ido deshojando, tapizando el suelo como gotas de sangre.

No te escribo para convencerte, supongo que a estas alturas la decisión que has tomado es inamovible -nadie llega a este punto sin haberlo meditado mucho con la cabeza y no con las tripas-, pero hubiera querido saber si dejando a un lado la disciplina de partido, el miedo absolutamente falseado a unas terceras elecciones,  si hubieras elegido con los valores e ideales socialistas de cambiar la sociedad para bien de sus miembros,  tu opción hubiera sido la misma.

Te tengo que confesar que llevo dos días pensando en pedir la baja del partido. Ese deseo me viene a oleadas, como una especie de naúsea seca, que intento contener.  Tengo miedo  a que la herida sea mayor si me voy que el dolor que me produce esta situación que nos ha explotado en las manos.Hay mucha gente que no entiende qué es formar parte de un partido, aunque nosotros, siempre lo he pensado, éramos más que eso: nos llamamos "la familia socialista", nos llamamos compañeros, luchando por unos ideales codo con codo. Hasta hoy, en los que muchos nos hemos quedado huérfanos.

Cuando se celebre la investidura de Rajoy y nuestros diputados se abstengan ¿qué sentirás, compañero? ¿Tendrás las fuerzas para ponerte delante  de la televisión y aguantar hasta que el nefasto Mariano reciba los aplausos de la cámara como nuevo presidente (más de lo mismo) del gobierno? Yo te confieso que no podré.

Intento entenderte, de verdad, compañero (compañera), pero me cuesta mucho. Tal vez porque nunca he sido una socialista del "aparato", una mujer que haya vivido los entresijos que se han ido cociendo. Solo soy una humilde militante que lleva trabajando treinta años en su pequeña parcela para mejorar la vida de mis conciudadanos.

En fin, que tendríamos que hablar de tantas cosas  y sin embargo nos han consumido el tiempo como se consume una bengala, chisporroteando e iluminando un instante para dejarnos después en la más absoluta oscuridad. Nos han arrebatado la oportunidad de debatir, de llegar a encontrarnos de nuevo en aras de no sé qué y en beneficio de quién.

Y duele, mucho, compañero.

Sed felices

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