lunes, 12 de octubre de 2015

Españolidad

Hoy es el día de la fiesta nacional española.Una  fecha relacionada con uno de los acontecimientos históricos más relevantes de nuestra Historia: el decubrimiento de América por Cristóbal Colón. Tal vez sea la ocasión en que la celebración de este 12 de octubre esté rodeada de más polémica, sobre todo por la tan llevada y traída cuestión catalana.

Vaya por delante que no soy yo quien ponga en tela de juicio el sentimiento de cada uno hacia su terruño, que no hacia su país. Pero tal vez, al ser madrileña, mi nacionalismo patrio esté un tanto diluído en aras de haber convivido siempre con gentes que llegaban a mi ciudad, a mi provincia, de otros lugares. Sin ir más lejos, una que tiene ascendencia de los madriles que se remonta por línea materna hasta cuatro generaciones, rompí la tendencia y uní mi sangre a la manchega, con resultados más que satisfactorios a la vista de lo guapos que son mis hijos (orgullo de madre).

Claro que me gusta Madrid, pero no  me ciego al pensar que  soy diferente de una gallega, asturiana, andaluza o catalana, más allá de lo que lo puedo ser de una paisana. Tampoco pienso en reivindicar más allá que el hecho sustancial de reconocer que mi país es España y que quiero lo mejor para él y sus ciudadanos. No soy, tampoco, de sacar la bandera  e ir cantando "Que viva España", pero sí me duele el hecho de que los primeros que tiramos piedras contra nuestro propio tejado somos nosotros.

No cabe duda de que somos un país complejo- también lleno de complejos, si se me permite el juego de palabras- y de variadas características. La Historia, que nos enseña siempre, nos muestra que somos el resultado de un crisol de culturas, de paisajes, de gastronomía y sobre todo de personas al  que nos deberíamos sentir orgullosos de pertenecer, y no al que estar constantemente buscando las grietas por donde hacer palanca.

No somos las dos Españas que cantaba Machado. Nos hemos convertido en tantas como intereses en cada momento existe en aras de no se sabe muy bien qué. Pero toda regla tiene su excepción. La españolidad brota en todos los lugares de esta piel de toro en el momento en que una pelota se pone a rodar y once jugadores vestidos con la "roja" aparecen en el terreno de juego. Entonces hasta los más recalcitrantes empiezan a gritar: "soy español, español, español...".


Sed felices.





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