lunes, 27 de abril de 2015

Piedras en el camino.

Hay piedras que rompiendo las leyes de la física que las cataloga como seres inanimados, vuelven al camino, aún cuando se cree haberlas apartado para siempre.

Piedras en las que se tropieza una y cien veces, sin saber la causa exacta, o sabiéndola, pero sin poder remediar que la punta del pie golpee con ellas. Algunas irisadas, en las que el cristal de cuarzo brilla como si fuera un diamante; otras grises de pizarra o esquisto, rugosas, arañando las manos. Todas, al fin y al cabo, siendo óbices de la voluntad.

Y se carga con ellas, como una cruz a cuestas, maldiciendo el momento en el que por primera vez se atravesaron.

Hay piedras - ella lo sabía a pesar de los momenos de debilidad -, que volverían una y otra vez,  que tendría que esquivar si no quería, de una manera definitiva, caer de bruces para no volverse a levantar.

Tenía muy claro dónde estaba su meta y ningún obstáculo se lo habría de impedir

Sed felices.

domingo, 19 de abril de 2015

Piel y alma literaria

Debo de pediros disculpas, mi queridos lectores, por este retraso en acudir a mi cita dominical. Pero la vorágine de esta semana literaria me lleva, literalmente en volandas. Con la comida casi en la boca, desde la tablet, me dirijo a vosotros, sobre todo por mantener la fidelidad a este encuentro semanal.
Inicio hoy una semana de infarto, llena de actividades relacionadas con la literatura y el arte. Esta mañana ensayando con mi grupo de teatro, en una hora firmando en Alcalá de Henares.
Claro que sarna con gusto no pica, aunque hay esfuerzo detrás de lo que parece es solo una afición.
En mi caso, que en todo lo que hago pongo pasión, es dejarme la piel y el alma, y eso a veces pasa factura.
Espero llegar con fuerza al fin de semana en el que me esperan las ferias del libro de Rivas y Valladolid.
Después, quizá, me tome un pequeño descanso... No, no creo, ni tampoco lo creéis vosotros , ¿verdad?

Sed felices.

domingo, 12 de abril de 2015

La impuntualidad o el síndrome del conejo blanco

Hablaba el otro día con unas amigas de la noción del tiempo, al hilo de una cita en las que algunas llegamos puntuales y otras tarde. Reconocían las impuntuales que en ellas era ya una mala costumbre, incluso que se convertía en ocasiones en un grave problema.
Estos comentarios me trajeron a la mente un artículo que había leído no hace mucho, en el que se afirmaba que lo mismo que hay personas con serias dificultades de orientación, las hay también para calcular el tiempo, y esto se debía a alguna cuestión neurológica.
No digo que no sea cierto, es más, seguramente lo es en ciertos casos, pero no cabe duda que la impuntualidad es una cuestión bastante  más de educación y hábito, y muy consustancial a nuestro caracter latino, algo así como "el sindrome del conejo blanco" de Alicia en el país de las maravillas.
Baste con fijarse en las coordenadas horarias de las citas: " quedamos entre seis y seis media", " llego sobre las nueve", "se celebrará en primera convocatoria a las diez y en segunda a las diez y media"...
Horquillas horarias de media hora que hace que unos esperen y pierdan el que es su precioso tiempo.
De igual manera hemos acuñado el famoso cuarto de hora de cortesía para empezar un acto, a la espera de aquellos que lleguen tarde, convirtiéndo ese periodo de tiempo en descortesía para los que llegan puntuales y sustancial retraso en el desarrollo del acto.
Como tantas cosas en la vida, tampoco el tiempo es igual para todos, aunque todos tenemos el mismo tiempo: la diferencia está en su gestión.
Yo tengo fama de gestionar muy bien mi tiempo, de ser muy eficaz. No sé si eso será verdad, aunque sí  es cierto que las circunstancias de la vida me han llevado a ser un poco prusiana en eso y mantener una displina importante. Criar dos hijos, llevar una empresa y tener tiempo para el ocio obliga.
En fin, como me esperan otras tareas y no quiero ocupar vuestro tiempo más de lo necesario, concluyo este artículo, no sea que por leerlo lleguéis tarde.


Sed felices.

domingo, 5 de abril de 2015

Ida y vuelta

Ya estamos otra vez de vuelta cuando apenas nos habíamos enterado de la ida. Es lo que tienen estas pequeñas vacaciones que como si fueran los logros del gobierno de Rajoy están sobre dimensionadas. Al fin y alcabo no dejan de ser dos días de fiesta pero, con las ganas que se  tienen de playa y de relax, en el horizonte se asemeja a un largo periodo. Hasta que hay que volver.

Me he levantado a las seis de mañana para no coger atasco. A las siete estaba cogiendo carretera y manta. Cuatro horas y media después llegaba a mi casa.Y me he sentido bien.

Sinceramente me encanta estar de asueto, pero también me gusta volver a lo diario, a la mesa del despacho, al ordenador desde donde os escribo tantas veces. Tal vez sea que la edad me va haciendo más gustosa de la tranquilidad.

Por delante un mes lleno de actividades, de ferias del libro, de árboles verdeando en sus hojas y de parques repletos de flores que jalonarán el camino hasta el añorado verano.

Me alegra haber regresado y poder, de nuevo, encontrarme conmigo.

Os deseo lo mismo y...

Sed felices.