domingo, 28 de septiembre de 2014

Psicópatas

Siento una gran atracción por los asesinos en serie. Esto me ocurre desde niña, cuando devoraba la sección de sucesos del diario al que estaba suscrito mi padre con más fruicción que los tebeos.

Ya sé queridos lectores que algunos de vosotros habréis arqueado las cejas con extrañeza o incluso vuestra boca se habrá torcido en un mohín de disgusto. No, no hablo de una atracción como la que impulsa a escribir cartas de amor y de admiración , e incluso ofrecer vis a vis a estos seres que parecen surgidos de abismos infernales. La mía es una atracción intelectual basada en intentar comprender como funciona su mente.Me  refiero sobre todo a los psicópatas, no tanto a los psicóticos, que ya tienen bastante con aguantar todo el día una emisora de fm en su cabeza que les ordena: mátalo, mátalo.

¿El psicópata nace o se hace? Estos últimos días los medios de prensa no dejan de hablar del individuo que en Madrid secuestraba niñas y las agredía sexualmente. Casi todos los psicólogos forenses que he podido escuchar hablan de una conducta. O sea que se aprende a ser psicópata, a carecer de la empatía que nos permite reconocer en el otro a un individuo semejante a mi y por tanto respetar su integridad como yo respeto la mía.

Sádicos, violadores, agresores, asesinos. Todo un rol de ejemplares bajo el paraguas de psicópatas, de sádicos que disfrutan con el sufrimiento y la muerte.

¿Entonces quienes dictan leyes que producen hambre, desamparo, enfermedad y muerte qué son?¿Quienes gobiernan sobre las personas a sabiendas del dolor que producen qué son?

Me asusta la respuesta.

Sed felices.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Elecciones en el horizonte: el que quiera peces...

Ya sabéis mis queridos lectores de mis vaivenes a un lado u otro del espejo. Y es que, aunque una cada vez se  encuentre mejor en ese mundo de la imaginación, la responsabilidad y sobre todo la coherencia entre como pienso y como actúo me lleva a permanecer  más de lo que yo quisiera en este lado de realidades a veces menos gratas pero igual de apasionantes.

Y es en esta mañana de domingo, instalada en este lado más prosaico, en donde me surge una reflexión. Nadie que me conoce duda de mi pasión por la política, y eso que en los últimos tiempos me lo están poniendo difícil. Asimismo los que están cerca de mi saben  que soy militante socialista, cosa que no oculto a pesar de los varapalos que una tiene que aguantar de derechas e izquierdas, nunca mejor dicho.Por ello, y con todo el respeto que creo se debe a quien no piensa lo mismo que una, los tiempos electorales que se avecinan abren un periodo en el que ya no vale decir que el río trae peces sino que hay que mojarse el culo para cogerlos.

No cabe duda de que la ciudadanía, en una proporción importante,  está alejada de los políticos, muchos de ellos enfangados en la corrupción y la incapacidad de llegar a soluciones.  Durante mucho tiempo el acceso a la política se ha visto, para algunos, como una solución a una situación personal y un empleo cuasi vitalicio, como si se hubieran ganado unas oposiciones. No importaba nada más que el puesto en que se colocaban o les colocaban, en un intercambio como de cromos de fútbol. No hay más que ver la confección de listas electorales: unos apoyando a otros en intrincadas madejas para colocarse y situarse contra viento y marea.

Pero los tiempos cambian y los ciudadanos con razón piden soluciones a los problemas y quieren que sus representantes democráticos respondan a una preparación, a un perfil, y sobre todo que lleguen no por los dedos "electorales" y el resultado de unas votaciones llevadas a cabo por los llamados "brazos de madera", a los que solo se les ve cuando se les pide por interés el apoyo de un "quítate tú para ponerme yo", sino porque son los más idóneos para ello.Es curioso que, al contrario que en otros puestos de menor responsabilidad, cuentan más los números que las neuronas.

El caso de Ana Botella es paradigmático. Llegar a alcaldesa solamente por ser quien era, sin saber ni por dónde cogerlo, sin saber hablar, sin tener ni idea de cómo comportarse en una rueda de prensa, torpe en su discurso y mantenida solamente por intereses personales. Hasta que ha roto por las costuras, para suerte de los madrileños, incluso los de su propio partido.


En fin, que en unos días se empezará la carrera de las candidaturas. Espero por el bien de los municipios, de las comunidades autónomas, por el bien de los ciudadanos que los partidos tengan la sensatez de elegir a los mejores, a aquellos que no les importa remangarse y mojarse como al resto de los mortales.

Sed felices.

sábado, 13 de septiembre de 2014

Toros y lágrimas.

Una tarde de primavera madrileña. La televisión en blanco y negro muestra unas imágenes que a la niña de unos siete u ocho años que las contempla le hacen cerrar los ojos de espanto. Sobre la arena un caballo yace destripado por las astas de un toro que un momento antes le ha corneado al entrar a la suerte de varas.

La niña está medio escondida tras un sillón, absolutamente espeluznada por lo que ven sus pupilas Minutos después el que cae al redondel, escupiendo sangre por una hemorragia interna causada por el estoque al perforar el pulmón , es el toro. Dos lágrimas ruedan por sus tiernas mejillas. La voz de su padre la saca de la estupefacción.

 - ¿ Por qué lloras, cariño?
-  Me da mucha pena el toro, y el caballo, papá... ¿ Por qué le tienen que matar?
- Cariño, eso es arte...

Arte... Más de  cuarenta años después sigue sin entender qué hay de arte en la muerte cruel y convertida en un espectáculo de un animal tan bello y poderoso como el toro. Ha oído mil argumentos, algunos tan absurdos como que el toro en la lidia no siente dolor o que si no fuera por los espectáculos taurinos la raza de los toros de lidia se habría extinguido como los dinosaurios. Y ha sido testigo del disparate de convertir las corridas de toros en bien de interés cultural.

Más de cuarenta años después la niña que fue y la mujer que es se sigue estremeciendo ante tanta barbarie.

Sed felices.

viernes, 5 de septiembre de 2014

Aquellos maravillosos años

Hace no muchos días sostuve una conversación acerca de la edad. Una de las contertulias sentía una auténtica aversión a confesar, y que los demás supieran, los años que tenía. Ante mi pregunta de las razones, del por qué, no supo concretarme más allá de un " a nadie le interesa mi edad" , sin que me sacará de ninguna duda, aunque si sembró la sospecha de que estar casi rozando los cincuenta años le producía un tremendo problema.

Por suerte yo no adolezco de este trauma. Y digo por suerte porque no hay nada más irremediable que el paso del tiempo- tema del que ya he hablado anteriormente en este blog-, e intentar evitarlo es como darse contra una pared. Tal vez mi falta de preocupación, que no de ocupación, por cumplir años proviene de mis vivencias familiares y de tener buenos genes. Curiosamente, mi madre siempre se sumaba un año a los recién cumplidos. En mi casa era común la frase: "voy camino de los...", en vez de " tengo....".

Anécdotas a parte y respetando a aquellos que ocultan celosamente su edad o se quedan eternamente en los 49 años, celebrar cada cumpleaños es una bendición. Como he dicho antes, uno debe de ocuparse de envejecer lo mejor posible, de la manera más sana, y aceptar que no hay vuelta a atrás.

Hace mucho tiempo que asumí como lema  que lo ideal es estar en donde uno quiere estar y en compañía de quien se quiera estar, haciendo lo que uno quiere hacer, independientemente de los años que se tenga, viviendo cada momento que la vida te brinda y que es único e irrepetible.



Sed felices.