martes, 5 de noviembre de 2013

La teoría de la relatividad vital

Dicen mis hijos que a veces me ven indiferente hacia ciertas cosas. No es verdad. No hay nada de indiferencia en mi manera de afrontar algunas realidades sino relatividad.

Siempre he defendido la pasión para actuar en la vida, pero, últimamente hay situaciones por las que ya no cruzo la calle. Me parece un desgaste absurdo pelear en batallas que me son completamente ajenas o que, simplemente, no existen más que para levantar la montera y brindar al sol.

Hubo un tiempo en que las grandes causas eran para mi como imanes que me atraían, sin remedio, y provocaban en mi la necesidad de echar el resto en ellas. Ahora ya no, porque me he dado cuenta de que, la mayoría, solo son disfraces para ocultar otro intereses mucho más oscuros y personales.

Partiendo de estos principios y en estos tiempos, me dedico a cuestiones mas humildes pero más gratificantes para mi. Me he vuelto bastante escéptica, por escarmentar en mi propia cabeza, respecto a esos sentimientos desbordados en actitudes y posiciones, llenos de grandes dicursos, que se han diluido como azucarillos en el agua de las palabras incumplidas con mayúsculas: Amor, Amistad, Política... Ahora me centro en las personas que me demuestran su cariño, que me son leales y que, de verdad, quieren actuar honestamente y sin intereses particulares para cambiar las cosas, empezando por su vecino.

Por todo ello y con permiso del gran gran Einstein, aplico la teoría de la relatividad vital, cuya fórmula estaría relacionada con alcanzar el equilibrio personal y la coherencia con mi misma.

Todo es cuestión de perspectiva, de puntos de vista, de forma de ver aquello que cada uno ve a su manera. Verdades tantas como personas.

Por eso, y para tranquilidad de mis retoños, no soy indiferente. Simplemente que he madurado.

Sed felices,

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