domingo, 2 de junio de 2013

De armarios y cambios

Me encuentro en el chat de Facebook con mi buen amigo y mejor poeta Fernando López Guisado que me pregunta qué hago. Le comento que cambiar los armarios, es decir, guardar la ropa de invierno y sacar la de verano. Mi amigo me sugiere que haga una entrada sobre ello. Yo frunzo el ceño y dudo un poco.
Cambiar los armarios: no me gusta nada; sobre todo porque hay que pasar la prueba del nueve, consistente en probarte la ropa del año pasado y rezar a todo el santoral  para que te valga. Y es que el invierno todo lo tapa, con su temprano anochecer y sus capas de abrigo: en invierno todos los gatos son pardos.

¡Qué perezón! Pero no hay más remedio. Seguimos al albur de las estaciones y, aunque estamos inmersos en la angustia del que el verano no llega, llegará, y no me puede coger con camiseta de franela.

Asi que, con más ánimos después de mi charla con Fernando, hago el último envite, me sumerjo entre jerseys de lana, pantalones y chaquetas,  y  termino de organizar los armarios. De paso, creo que también quitaré algún vestigio invernal de mis pensamientos, tomaré alguna decisión vestida con la luminosidad del verano, y guardaré en las cajas de cartón las emociones negativas, a ver si con la naftalina acaban por sucumbir.

Sed felices.

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