domingo, 30 de junio de 2013

100.000 visitas superadas

No puede ser de otra manera. No puede haber otra palabra para abrir hoy una nueva entrada de este blog que gracias por haber hecho entre todos posible superar esta cifra de 100.000 visitas.
El ser humano necesita de hitos: fechas, conmoraciones, eventos que marquen su devenir y que sirvan de objetivo y de aliciente para muchas de sus acciones y, no cabe duda, que para esta humilde aprendiza de escritora el haber superado esta cifra paradigmática es muy importante. Nunca pude soñar cuando comencé a escribrirlo , un domingo 30 de mayo de 2010, que llegaría a obtener el premio de ser leída tantas veces.
Durante estos tres años muchos han sido los cambios en mi vida. He perdido a personas que amaba y sigo amando, como mi padre, cuyo ejemplo me acompaña día a día, y otras, como mi nieta, han  venido a llenar mi vida de ilusión y de alegría. La crisis económica se llevó mi empresa por delante- una más-  que había sido mi tarea durante veintitrés años, pero me descubrí reinventándome y dándome cuenta de que yo era quien debía de conducir mi propia vida, una vida en la que la escritura cada vez ha ido teniendo más peso hasta llegar a publicar la que ha sido mi primera novela y en la que este blog es protagonista principal también.
Algunas personas salieron de mi camino, pero otras han entrado, y seguro que para quedarse, y acompañan mis días con su amistad, y con su sabiduría y me rodean con su afecto.
Y de todo esto he querido hablar en Mi vida en tacones a quienes con vuestro interés habéis hecho de mis palabras algo cotidiano en vuestras existencias. A algunos os conozco, a otros no, pero a todos os abrazo desde esta bitácora.
 Espero poder seguir escribiendo para todos, para vosotros, para mi, desde mis tacones, desde mi vida.
Gracias  de nuevo.


Sed felices.


miércoles, 26 de junio de 2013

Incertidumbres

Tengo que confesar que tengo un punto débil, un talón de Aquiles, una flaqueza por donde derroto: no soporto la incertidumbre. Desde siempre, el no saber a que atenerme me ha producido muchísima desazón. Esa sensación de si y no, quizá,  tal vez,  a lo mejor, me desgasta, me cansa y me lleva a un auténtico estrés.

Y no es por temor a lo que pueda pasar, sino por no saber a lo que me enfrento. Recuerdo que de estudiante me comían los nervios en los exámenes hasta saber las preguntas; una vez que las tenía, ya conocía por dónde tenía que tirar con toda mi artillería.

Luego, según me fui haciendo mayor, esta situación me fue acompañando y, repito, es lo único que me desestabiliza. Claro, que también tiene su lado bueno como es hacer crecer en mi la necesidad de adelantarme a veces a los acontecimientos y prepararme mentalmente para lo que sea necesario, bueno o malo.

Pondero, mido, barajo varias posibilidades para cuantificar mi capacidad y ubicarme. Es esa parte racional de mi misma que gusta de analizar y desmenuzar. Es lo que se denomina la necesidad de un cierre cognitivo. Imagino que no es más que una estrategia, pero a mi me ha servido en momentos muy complicados de mi vida y me sigue sirviendo.

No creo en el futuro, al fin y al cabo no es más que una proyección del pasado, pero sí me convence la posibilidad de barajar distintas opciones en un momento dado y poder prepararme, como un atleta ante una carrera, que al fin y al cabo no es otra cosa que asumir una realidad.

Para terminar, otra pequeña reflexión: vivimos, como sociedad, momentos de enorme incertidumbre, alimentada, tal vez, como arma de sumisión. Tal vez sea bueno, de una vez, tomar cada uno de nosotros nuestras riendas, sumarnos al compañero de viaje que, realmente, nos sirva y complemente, y dejar de esperar, de esperar....Y actuar.


Sed felices.


sábado, 22 de junio de 2013

Estamos en la cárcel

No me canso de repetir que  literatura  me está reportado experiencias maravillosas y emocionantes y emotivas. Pero, quizá, ninguna como la que viví ayer, en un acto en el Centro penintenciario de Alcalá Meco.
Muchos de los que seguís mi blog sabéis que con mi amigo Fernando López Guisado, poeta, inicié una campaña de recogida de libros de poesía para los internos de los módulos 2 y 9 de este centro carcelario que carecían de ellos, hecho que impedía que su formación en los talleres literarios, que imparte mi también amiga , fantástica poeta e increíble persona Elena Peralta, se viera reforzada con algún libro más que los que ella aportaba.
Pues bien, haciendo realidad el lema de una conocida marca de refrescos: el ser humano es extraordinario, ayer hice entrega de más de doscientos libros donados por particulares y editoriales. Lo hice en un acto entrañable en el que se presentaba un libro de poemas escritos por los internos que forman parte de ese taller.
En un salón de actos que me recordaba al de un colegio, sobre todo por la juventud de los que allí se encontraban- me dijeron que un 60% de los internos tienen menos de 30 años- les transmití el apoyo que desde el exterior- así llaman a lo que está fuera de los muros- había logrado nuestra iniciativa. Aplausos, vítores y hasta algún grito de ¡guapa! resonó en el sala. Y mí se me hizo un nudo en la garganta.
Una vez acabado el acto, se me acercó Enrique, uno de los internos poetas participante en el libro, para darme las gracias. En su palabras había respeto y humildad,  y estuvimos charlando un ratito. Luego nos dimos un abrazo y dos besos, y él volvió a su celda. Me dijeron que cumplía condena por atracar bancos...
Supongo que podría cerrar esta entrada con una moraleja, pero solo quiero terminar aludiendo al cartel que aparece en  la foto que acompaña mis palabras:
"Estamos en la cárcel"- podéis leer-, y continúa en la siguiente pared, que ha quedado fuera de encuadre: "pero somos personas."
Sed felices.

martes, 18 de junio de 2013

Todo el bourbon de Misuri (microrrelato en negro)



      

Solo nos separaba el mostrador.
Quedé arrebatado por su rubio pelo, peinado en pequeñas ondas sobre sus deliciosas orejitas, por su nariz respingona y por sus labios rojos como cerezas.
Hubiera dado todo el bourbon de Misuri por un beso de su boca, de esa boca que  esbozó una sonrisa tras la pregunta:
  ¿En que puedo servirle?
Sabía que nunca, nunca se cumpliría mi deseo, pero…
-    ¿Servirme? No, bella dama,  yo soy el que estaría encantado de ser su esclavo siempre, toda la vida; pero,  por desgracia, no tengo tiempo. 
Mis palabras hicieron que su busto se irguiera con coquetería, a riesgo de soltar los tirantes de su precioso vestido azul.
Con un suspiro, deposité un pequeño papel en el mostrador de la Caja, que ella leyó abriendo como platos sus maravillosos ojos   “No grite, esto es un atraco”  , para después clavarlos en la Baretta 92 que sostenía mi mano.
Ese día fue la única vez en mi vida que, en un rincón de mi corazón, lamenté ser un ladrón de bancos.
Hubiera dado todo el bourbon de Misuri por esos labios.

jueves, 13 de junio de 2013

Lo que tiene que pasar...

Lo que tiene que pasar, pasará.
Quizá extrañe a mis lectores esta reflexión, que se podría encuadrar en una actitud un tanto fatalista, cuando en otras muchas ocasiones no me he cansado de comentar sobre la necesidad de llevar las riendas de nuestra propia vida.
Nada más lejos de mi intención que entregar el rumbo de mi existencia al fatum, pero no cabe duda, muchos acontecimientos se van fraguando a lo largo del tiempo y, al final, resultan ser lo que no podían ser de otra manera.
Lo mismo que cuando vemos negros nubarrones en el horizonte sabemos que la tormenta se desencadenará, los hechos  que jalonan  una trayectoria van sirviendo de evidencias para adelantar el resultado.
Por eso es difícil llamarse a engaño e intentar justificarse contra todo pronóstico.
Al albur de los acontecimientos, una vez que suceden, no nos queda otra que asumirlos y seguir hacia delante, seguramente no de la misma manera que hubiéramos querido, ni con los compañeros de viaje que soñamos un día que nos acompañarían, pero siempre con la mirada en el horizonte.
Sun Tzu, en su libro El arte de la guerra, nos dice que no debemos pelear en cuesta, pues daremos ventaja a nuestro enemigo y nos desgastaremos. Tal vez se trate de eso: aceptar que lo que tiene que pasar pasará  es, de alguna manera, allanar el camino para seguir andando.

Sed felices.

lunes, 10 de junio de 2013

De ferias y causalidades

Quien me conoce sabe que hay una parte de mi que gusta de creer en que existe algo misterioso, algo que nos conecta con otras personas y que hace que las cosas sucedan, a veces, casi mágicamente.
El sábado, como ya he contado de manera gráfica en estas redes sociales, estuve firmando ejemplares de mi novela Como viento en la espalda en la Feria del libro de Madrid.
Es una experiencia singular, en la que ves pasar la gente, pararse a leer tu nombre, que se indica en un cartel junto con tu fotografía, coger tu libro y, ¡maravilla! indicarte que se lo dediques.
Bien, pues este día que os cuento se detuvo una señora de cierta edad, miró el cartel, me miró a mi y, sacando una máquina de fotos, ¡zas!, me hizo una.  Yo me quedé sorprendida, pues no me era familiar, e, incluso, un poco mosqueada, pues entendí que, hasta cierto punto, tenía que haberme pedido permiso. Pero al mirarla, su sonrisa me desarmó, sobre todo cuando me indicó que había salido muy bien, enseñándome la prueba.  No me dijo realmente el motivo del retrato- quizá gustaba de coleccionar rostros de escritores- pero sí que se llamaba Piedad y que si le daba una dirección de correo me mandaría la foto. Yo, a mi vez, la aseguré que contaría este encuentro en mi blog, como prueba de esas causalidades, de esas conexiones que unen en un momento dado a las personas.
Ella cumplió su promesa- la foto que acompaña esta entrada lo prueba- y yo, por mi parte, cumplo la mía con esta entrada.
No sé, Piedad, si leerás estas palabras o nos volveremos a ver algún día, pero seguro que ambas recordaremos ese sábado 8 de junio de 2013 en que un libro y un rostro nos encontró.

Sed felices.

miércoles, 5 de junio de 2013

Enamorados



Los enamorados
andan de la mano
por parques y jardines
componiendo versos
y tropezando
por no mirar al suelo.
Solo ven ojos y  labios
buscando caricias y besos.

No comen,  se alimentan
de suspiros, de poemas,
de música de Vivaldi,
que les sacia  de cualquier
otra apetencia.

Ríen y lloran
sufren y se deleitan
sin transición,
sin apenas darse cuenta,
porque el amor
los vuelve locos.

Duermen poco.
Lo imprescindible
para imaginar al  ser amado,
y despertar en sus brazos.

Pero un día,
un infausto día,
dejan de estar enamorados.

Entonces
vuelven a mirar al suelo
cabizbajos,
comiendo con ansiedad
y vomitando por culpa,
con los ojos secos,
tomando pastillas
para dormir
y no tener que soñar.

domingo, 2 de junio de 2013

De armarios y cambios

Me encuentro en el chat de Facebook con mi buen amigo y mejor poeta Fernando López Guisado que me pregunta qué hago. Le comento que cambiar los armarios, es decir, guardar la ropa de invierno y sacar la de verano. Mi amigo me sugiere que haga una entrada sobre ello. Yo frunzo el ceño y dudo un poco.
Cambiar los armarios: no me gusta nada; sobre todo porque hay que pasar la prueba del nueve, consistente en probarte la ropa del año pasado y rezar a todo el santoral  para que te valga. Y es que el invierno todo lo tapa, con su temprano anochecer y sus capas de abrigo: en invierno todos los gatos son pardos.

¡Qué perezón! Pero no hay más remedio. Seguimos al albur de las estaciones y, aunque estamos inmersos en la angustia del que el verano no llega, llegará, y no me puede coger con camiseta de franela.

Asi que, con más ánimos después de mi charla con Fernando, hago el último envite, me sumerjo entre jerseys de lana, pantalones y chaquetas,  y  termino de organizar los armarios. De paso, creo que también quitaré algún vestigio invernal de mis pensamientos, tomaré alguna decisión vestida con la luminosidad del verano, y guardaré en las cajas de cartón las emociones negativas, a ver si con la naftalina acaban por sucumbir.

Sed felices.