lunes, 29 de octubre de 2012

Miedo

Un poco arrastrada por estas fechas que nos empujan a las celebraciones de los difuntos, escribo esta entrada.

Desde pequeña, el sentimiento del miedo tuvo en mi esa ambivalencia que muchos no entienden de placer y angustia, que me atraía poderosamente. Era cuestión de genes, pues en la librería de mi casa  tuve a mano muy pronto las historias de Edgar A. Poe, Henry James y las Leyendas de Gustavo Adolfo Becquer, que me trasladaban a mundos de fantasmas, conjuros y ánimas.

Con el tiempo, este gusto por las emociones literarias derivaron hacia el cine, y me convertí en una apasionada de las películas que te ponían los pelillos de punta y en las que la mitad de las escenas las veías a través de los dedos.

Misterios, terrores y miedos, jalonan mi memoria de lectora, desde los libros infantiles de Enid Blyton hasta mi última adquisición, todavía no leída, pero que me espera estos días de asueto, Cuerpos descosidos, de Javier Quevedo Puchal.

No tengo muy claro porque ciertas personas, o muchas personas, nos sentimos atraídas por este tipo de literatura, de situaciones, pero es así. No puedo remediar que me encante esa sensación de hormigeo por el estómago- es curioso, parecida a cuando estás enamorada- que me embarga ante un momento de intriga y misterio.

Con los años, este afán se me ha ido apaciguando, quizá porque  he comprendido que no es a los fantasmas o a los vampiros, ni siquiera a los asesinos locos con máscaras de cuero a quienes tengo que temer, sino a otros monstruos nacidos de quienes, aparentemente, mostraban una existencia placentera y, entre comillas, normal.

Hoy, los protagonistas de mis miedos son otros. Hoy, lo que me quita el sueño no se transforma en las noche de luna llena, porque utiliza otros medios, la televisión, la prensa, la radio, para infectar y transmitir su maldición. Hoy, lo que más me asusta se llama intolerancia, mentira, insolidaridad, desamor, que no esperan a ser convocados, porque pululan entre nosotros, sin esconderse tras sábanas blancas, pero sí arrastrando las cadenas de la sumisión del más débil. Hoy, los monstruos no chupan sangre, sino los derechos y la esperanza de muchos. Hoy, no hay cruces ni agua bendita que espante a esos demonios, porque precisamente, se amparan en ella.

Hoy, ha dejado de ser divertido pasar miedo.

Sed felices.


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