sábado, 10 de marzo de 2012

Solo un instante...


Fue sólo un instante.
Menos que lo que tarda un parpadeo. Fue eso, un segundo lo que la punta de sus dedos rozó su cara. Una caricia leve, tan leve como un suspiro, como si al tocarle la mejilla temiera que ella desapareciera. Una caricia revestida de ternura,  cercana casi a la condescendencia.
No era el primer contacto que tenían. Un  posar su mano en mi antebrazo para llamar su atención. Los dos besos convencionales de rigor al encontrarse y al despedirse en el departamento.  El brazo pasado por el hombro como señal de camaradería.
No recordaba de que estaban hablando. Realmente lo había olvidado. Suponía que como siempre relatando algunas de sus vivencias mientras él la escuchaba atentamente, observando con esa media sonrisa que habitualmente mostraba, entre divertida y guasona. Tampoco tenía presente que frase desencadenó que su mano se acercara a su cara, y como una ligera brisa se posara en su rostro.
Muchas veces había pensado cómo sería la sensación de encontrarse con su tacto, sobre todo cuando observaba sus manos.
Pues bien, ese roce de ala de mariposa, apartando el mechón de pelo que se empeñaba en cubrir  la mejilla supuso el primero y único momento en el que sus  pieles se encontraron. Su estatus de profesor y alumna se interpuso como una barrera infranqueable.
Con el pasar de los años, a veces le ha recordado, y se ha sorprendido, sintiendo como aquel día, un cúmulo de sensaciones que quedaron prendidas en ese instante.

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