domingo, 19 de febrero de 2012

Disfraz

Acudo a mi cita con este blog con el cuerpo algo cansado después de dos días de Carnaval.
Tengo que reconocer que me encanta disfrazarme. Desde que era pequeña agarraba cualquier trapo o ropa vieja que encontraba y me fabricaba un traje  y actuaba delante del espejo. Recuerdo con agrado la visita a casa de Ita, una amiga soltera de mi padre, que guardaba en un gran baúl ropas de todas las épocas, herencia de sus antepasados. Y mientras lo mayores tomaban café, las niñas nos sumergíamos entre tules, volantes, pieles y sedas, y recreando episodios de los cuentos infantiles y soñando con ser damas
Ayer participé en el desfile de Carnaval de mi ciudad. Me encanta este evento, en el que no solo te ven, sino que también tu ves al público, entre los que distingues a vecinos también disfrazados.  Y como algunos eran  reconocibles, llama la atención como se suelen vestir de aquello que contradice su aspecto habitual: el empleado de banca de rokero, el ama de casa de cortesana, el caballero serio de mujer....
Y mientras recorría las calles, pensaba que quizá es en estos días carnavalescos en los que por unas horas nos quitamos el disfraz  y la máscara de la vida cotidiana  para ser realmente nosotros mismos o quienes quisiéramos ser....
Por cierto, yo me disfracé de vampira ¿Significará algo?

Sed felices...

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